jueves, 27 de mayo de 2010

Luna de las Flores

Era mayo pero ya hacía calor. las tres hermanas caminaban por el sendero hacia aquél lugar guardado. El Sol se ponía por el oeste detrás suyo, alargando sus sombras. Sus ropas eran sencillas, vestidos largos con capucha, terminados en una falda larga que se enredaba de vez en cuando con los arbustos de los lados del camino. Los verdeantes árboles comenzaban a apelotonarse alrededor de su senda que cada vez era más difícil de seguir. Cuando parecía que ésta iba a desaparecer escucharon el sonido alegre de un río en frente, a su derecha. se colaron entre los matorrales siguiendo el último suspiro de su sendero y salieron a un espacio abierto. El río discurría en frente, y a la derecha comenzaba a correr y cantar entre las rocas. Pisando con cuidado las conocidas rocas como tantas veces, pasaron a la otra orilla y, dejando atrás el río, a una pequeña pradera que daba paso al cielo abierto de un pequeño precipicio. a su izquierda el terreno comenzaba a elevarse hacia las alturas donde nacía el río que ahora refrescaba sus acalorados cuerpos.

Tomándose el tiempo suficiente para descansar de su caminata, dejaron en el suelo sus pequeñas bolsas y sacaron su contenido, disponiéndolo como siempre. Una colocó los panes y las galletas hechas con sus manos, otra el vino y el agua y la tercera colocó las velas en sus lugares marcados.

Cuando todo estuvo dispuesto tomaron sus manos y, con los últimos rayos del Sol a sus espaldas miraron sonriendo por encima del pequeño barranco y la Luna les devolvió la sonrisa ...

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